Cuando llegamos al The Claremont Hotelno creía mi suerte: estaba en un hotel en el centro de Edimburgo con parking gratuito. Siempre alquilamos un coche cuando vamos con las niñas al extranjero comunitario. Andar con dos niñas pequeñas en el transporte urbano es un lío. Lo más cómodo es alquilar un automóvil.
Tan bueno como la ubicación del hotel era el desayuno. En mi vida había visto tanto para comer, tan de buena calidad y tan bien presentado. Estaba todo bien colocadito. Tenías un pan rico, cosa que no abunda en Reino Unido. Había cereales, yogures, todo tipo de embutidos, zumos naturales. Yo desayuné mejor que en mi casa.
En el hotel te dan un trato muy familiar. A nosotros nos recomendaron todo lo que era visitable en Edimburgo. Mi chico decía que les daban comisión los de turismo. No creo. Más bien era una manera de tener contentos a los clientes. Eso sí, deberían hablar más lento. Había un empleado de recepción que hablaba rápido como una metralleta. Me costaba entenderlo. Afortunadamente, él me entendía bien a mí. Comprendió que le decía que había que ponerme en mi habitación una conexión wi fi más rápida.
Quitando esa desventaja de la wi fi lenta todo estaba bien. Se notaba que era un hotel para gente no sobrada de dinero. Tenías un hervidor para prepararte tu café o tu té. Muchos de los huéspedes iban a un supermercado que había en la misma calle a hacer compras. Comían en la habitación, supongo, esa comida de supermercado de comprar y comer. Nosotros pudimos ir al centro de Edimburgo, a un restaurante que nos quedaba a unos veinte minutos de caminata.
Os recomiendo este hotel. Las habitaciones de las plantas superiores son más grandes. A nosotros querían darnos una habitación en un sótano. Les pedí una de arriba aunque pagáramos más. Yo necesito espacio para ser feliz.