No es grande La Posada de Lalola. Sólo es un pequeño hotelito rural bastante chulo. Nosotros pasamos un fin de semana con unos amigos y los hijos respectivos. Mis hijas no se aburrieron porque jugaban con los niños de nuestros amigos por el campo que rodea el hotelito rural.
La casa fue construida en el año 1856. No te la imaginas tan vieja mirando su fachada pintada en tonos crudos. La fachada está presidida por un gran arco y una reja conventual. Decía mi marido que parecía un convento de monjas pobres.
La cubierta de la casa es de teja árabe. me llamó la atención que en el tejado hubiera dos chimeneas aragonesas de piedra con sus correspondientes espantabrujas. La arquitectura de la casa no te deja indiferente dentro de su sencillez.
Tampoco te deja indiferente el gran salón que tiene dentro. Es un salón con dos alturas. Del techo cuelga una lámpara medieval bastante grande. El amigo de mi marido bromeaba diciendo que iba a caer en cualquier momento. Yo procuré no ponerme debajo.
Menos me gustaron las habitaciones. Tanto la nuestra como la de nuestros amigos tenía muebles de anticuario. Pregunté si había disponible una habitación con muebles modernos, aunque hubiera que pagar más, y me dijeron que no. Todas las habitaciones tenían la misma educación más propia de tiempos lejanos que de tiempos modernos.
Son amables los responsables de La Posada de Lalola. Nos contaron que los apliques de las tejas procedían de la catedral de Burgos. No me lo creí. No sé de dónde procederían los radiadores antiguos que había en toda la casa. El de nuestra habitación estaba encendido. Tuve que dejar las ventanas abiertas para no dormir en una sauna.
Otra desventaja fue el desayuno: era de hambre. Mi marido me animó diciéndome que servían tan poco desayuno para que no engordara yo. Me estaban ayudando a llevar mi dieta a rajatabla. No necesitaba tanta ayuda. Pese a a esta desventaja del desayuno escueto, la más importante para mí, os recomiendo La Posada de Lalola. Es perfecta para pasar unos días en la austeridad.