Pasé con mi marido y las niñas unos días en el Palau Lo Mirador, en plena Costa Brava, y me sentí como una princesa medieval. Es un hotel muy medieval con su arte gótico y renacentista por todas partes. La piedra de sillería con arcos de medio punto que dan acceso a los dormitorios no te deja indiferente. No estás entre unas paredes habituales en tu día a día.
Mis hijas decían que se sentían raras entre tanto mobiliario de época. Es un hotel muy medieval. Tampoco se sintieron a sus anchas en el restaurante del hotel. Los platos de cocina creativa ampurdanesa no eran de su gusto. Mis hijas son muy de pizzas y hamburguesas. No saben valorar la buena gastronomía. Aprovechando que estaban unos amigos nuestros pasando unos días, nos fuimos todos juntos a cenar al segundo restaurante del Palau Lo Mirador: un restaurante de cocina hindú, oriental y norteafricana. Tuvo su gracia. Comer platos no habituales en la zona de la Costa Brava nos animó la noche.
También fuimos al Festival Internacional de Música en la iglesia Sant Genís a escasos metros del hotel. Ahí acabaron nuestras salidas del hotel. Bueno, también nos acercamos andando hasta el casco monumental de un pueblecito que hay cerca. No es un hotel que esté en una zona de marcha precisamente. El Palau Lo Mirador está bien para una escapada romántica, pero no está tan bien para unas vacaciones familiares porque los niños no aprecian mucho la idea de vivir en una casa vieja como decían mis niñas. Encima no les gustó nada la pequeña piscina del hotelito.
La habitación que nos dieron en el Palau Lo Mirador no era lujosa. Era una habitación de palacio rural viejo, bien restaurada y con una decoración sencilla. Te llamaba más la atención los ornamentos en la piedra de las paredes que la decoración de las habitaciones.