Guanajuato en México es una ciudad que no te deja indiferente con tantos callejones como tiene y con su red de túneles. Los callejones que vimos en Guanajuato no tienen nada que ver con lo que tenemos en la cabeza cuando oyes la palabra callejón. Vimos callejones en los que sólo había sesenta centímetros de ancho entre casa y casa.
En Guanajuato se ven construcciones coloniales mezcladas con casitas de colores. Es una ciudad que hay que ver para creerla. Las casas están encima del cerro, es decir, encima de la montaña. Nuestra primera visita tras acomodarnos en nuestro hotel fue al Mirador que tiene el monumento al Pipila, una escultura de Juan José de los Reyes Martínez, un minero que inicia la guerra de su independencia de España. Bajamos por el funicular, en unos vagones rojos que parecían de un juguete de niños. Mi chico temía que nos matáramos. Yo había dejado mis miedos en casa para disfrutar esta ciudad mexicana que nos había recomendado una amiga nuestra. Además, no había que tener miedo porque nuestro viaje era organizado. Íbamos con guías para no perdernos y para no meternos en líos. Los viajes organizados como los paseos de las ovejas por el campo con su pastor son los viajes más seguros que puedes hacer por países como México, donde la violencia está en todos los telediarios.
No nos perdimos el Teatro Juárez. Hay que verlo. Es un edificio impresionante. Paseamos por el Jardín de la Unión, un oasis verde en el centro de la ciudad que se agradece. Guanajuato no es una ciudad inmensa, pero necesita muy mucho arboledas. Tiene unos 200.000 habitantes. A la derecha del Teatro Juárez está el Templo de San Diego, una iglesia barroca. Vimos también un casino de música. Fue una pena que no hubiera ninguna orquesta. Los mariachis dan mucha alegría.
Os recomiendo Guanajuato en México, una ciudad de casas casi palacetes de gente adinerada y de otras casas más humildes. Los casi palacetes me enamoraron. Nos comentó el guía que los propietarios eran comerciantes. El comercio da mucho dinero cuando va bien. A mi chico no le hacían mucha gracia los callejones. Lo ponían nervioso. Cuando pasamos por el Callejón del Beso no estaba para besos. A mí lo que me ponían de los nervios eran los túneles. Acabamos nuestra estancia con visitas a la Plaza Baratillo y a la Plaza San Roque. Nuestra última visita fue la que hicimos sin compañía al Museo iconográfico del Quijote.