Luarca es la ciudad del amor en Asturias. Mi madre iba mucho a Luarca con mi padre cuando estaban enamorándose. Yo siento ese amor por las calles de esta bonita localidad asturiana cuando voy con mi chico. Mi amor dice que tengo a Luarca mitificada en mi cabeza. Puede ser. Las historias de los papás y mamás que te cuentan de niña te quedan en la cabeza como cuentos de hadas de andar por casa.
De Luarca me gusta todo. Me gusta ir a los jardines de la Fonte Baixa con mis hijas. Tienen un verdor digno de mirar y de disfrutar recorriéndolos. Son el jardín botánico privado más grande de España.
Luarca es una villa blanca, es el pueblo más blanco de toda Asturias. Te llama la atención desde lejos el blanco de sus edificios. Hablando de edificios no debes perderte las casas de los indianos que hay en la zona de Villar. Mirado los caserones te vienen ganas de emigrar a América para regresar millonaria y construir tu mansión. No lo hagas: la suerte sólo acompaña a los elegidos y seguro que a ti no te elige.
Os recomiendo visitar Luarca. Mi chico y yo nunca nos perdemos el Puente del Beso. Vamos cuando cae la tarde a darnos allí un beso como hicieron en su día la pareja de enamorados que cuenta la leyenda. En Luarca hay muchos puentes para poder pasar de un lado al otro del río. También hay varias playas. Las playas de Luarca suele estar hasta los topes en verano, sobre todo cuando celebran las fiestas del Rosario y las de San Timoteo.
Luarca es un pueblo marinero que se está haciendo muy turístico, tal vez demasiado. Gracias a Dios todavía no ha perdido su encanto. Mi marido dice que Luarca es la Marbella asturiana. Todavía no lo es del todo en mi humilde opinión. El turismo casi masivo no le ha restado el encanto del pueblo coqueto que se ha sabido diferenciar de los pueblos vecinos con su color blanco.