Portugal es un país que me encanta. Estos días estuvimos en Ribatejo, una región en la desembocadura del río que viene de Cuenca. Llevamos a mi suegra con nosotros y con las niñas. Mi suegra no quería venir porque había conocido en su juventud un Ribatejo que nada tiene que ver con el Ribatejo actual. Nos fue contando en el coche que Ribatejo era una región muy pobre. Eso sería en el pasado, en los años en que mi suegra vivió por allí con sus padres. Hoy en día Ribatejo es una zona de Portugal próspera.
Nuestra primera parada fue Tomar, una vieja ciudad con un convento donde fuimos a ver la mayor joya del arte manuelino según los libros de Arte: la ventana del claustro de Santa Bárbara. Será una joya, pero no me gustó mucho. En la piedra habían esculpido sogas, algas, troncos..., en una maraña que se alejaba de la sencillez arquitectónica.
No necesité ver más en Tomar. Seguimos nuestro camino y llegamos a Santárem, la ciudad que consideran el mirador de Ribatejo. También es su capital. Fue la ciudad donde vivió mi suegra en su adolescencia.
En Santárem paramos tres días. Teníamos una reserva en un hotel. Así tuvimos tiempo para que la madre de mi esposo nos hiciera de guía por la ciudad. Empezamos nuestro recorrido turístico en el Jardim das Portas do Sol, la alcazaba del antiguo castillo que Don Alfonso Henríquez, primer rey de Portugal. En este mirador natural se encuentra el Centro de Interpretación UrbiSacallabis. Las vistas son espectaculares. Había muchos turistas sacando fotos. Mi marido se sumó al grupo. Le pedí que se apartara un poco por eso del coronavirus. Hay que mantener el distanciamiento social.
Seguimos nuestro recorrido a pie en dirección al centro histórico. Nos encontraremos la Torre del Reloj, del siglo XIV, actualmente Núcleo Museológico del Tiempo. También se le llama Torre de las Calabazas, en honor a los objetos que se encuentran en la parte superior y que servían para propagar el sonido de las campanas que daban las horas. Los arquitectos son como los cocineros: inventan trucos para perfeccionar el producto resultante. Muy cerca queda la románica Iglesia de San Juan de Alporão, transformada en Núcleo Museológico de Arte y Arqueología, con una cabecera construida en estilo gótico. Le quedaba bonita.
No fue lo único que vimos de arte gótico. La inspiración manuelina de la Iglesia de Nuestra Señora de Marvila, con un revestimiento de azulejos del siglo XVII empezó con un estilo gótico que aún conserva. En la Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia, tenemos el gótico flamígero. Mi marido nos fue explicando todo el arte que veíamos. Las niñas disfrutaron con sus explicaciones de improvisado maestro más que yo. Enseguida me aburren sus clases sobre la marcha. Entramos en la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia porque mi suegra quería ver la tumba de Pedro Álvares Cabral, el descubridor de Brasil. Allí se paró a rezar. Siempre reza por los muertos famosos. Ella es así. Al lado de esta iglesia está la Casa de Brasil, que perteneció a la familia del señor de la tumba. Tuvieron muy buen gusto a la hora de enterrarlo.
Todavía no habíamos acabado de ver iglesias. Mi suegra nos llevó hasta la Iglesia de Santa Clara. También gótica. Pero por lo menos tenía unas paredes de gótico más austero que me relajó la cabeza. No me gustan nada las fachadas recargadas. Yo ya no podía con mis pies. Tuve que para el hotel a descansar. Mi suegra siguió su recorrido de turismo religioso con su hijo y sus nietas. Los llevó a ver la Iglesia del Santísimo Milagro del siglo XVI. Un milagro fue que yo no le pidiera el divorcio a su hijo. Lo que iban a ser unas vacaciones de fin de semana cultural su madre me las había convertido en unas vacaciones de fin de semana religioso.
El siguiente día de nuestra estancia en la capital de Ribatejo deambulamos por las calles sin rumbo fijo. Pudimos admirar edificios de origen renacentista muy bonitos, por lo menos por fuera. Cuando llegamos a la Praça Sá da Bandeira mi suegra descubrió otras dos iglesias: la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, actual sede catedralicia de Santarém, y la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad. Le dio otro ataque de misticismo. Hubo que dejarla entrar. Cuando acabó con sus rezos nos llevó hasta el Convento de San Francisco, del siglo XIII. Es un convento que reconstruyeron varias veces.
Os recomiendo visitar Ribaltejo, pero sin hacer turismo de iglesias. Yo espero volver pronto para hacer turismo gastronómico. Se come bien por allí. En los bares y restaurantes preparan de forma deliciosa el pescado del río Tajo. Me gustaron hasta las anguilas que te preparan fritas o guisadas. Las sopas de sábalo están que te chupas los dedos. ¿Y qué decir de la lamprea? Mis hijas no querían comer otra cosa.
No sólo hay pescado. También hay cocido de carne, sobre todo en la zona de las campiñas de Ribatejo. Pero a mí la carne se me hace pesada para mi delicado estómago. Soy más de sopa da pedra o de mijas. Las mijas ribatejanas mezclan pan y verdura. Son ideales para los vegetarianos.
Mi marido quedó muy contento con los vinos. Si lo dejo hubiera hecho una ruta del vino. Aún así aprovechó para comprar botellas de Almeirim, Cartaxo, Santarém, Chamusca y Coruche, es decir, de los principales caldos de la zona.