La Posada de Sigueruelo en Sigueruelo, Segovia, me llevó a la época de mis tatarabuelos. En esta posada comprendí que es posible vivir sin Internet, televisión digital y otros adelantos tecnológicos. Sus dueños han optado por ofrecernos una casa rural ecológica muy respetuosa con el medio ambiente. Casi no crees que estás a sólo una hora de Madrid por autovía.
Mi marido pensaba que iba a marchar el primer día. Se equivocó. Le cogí enseguida gusto a la vida sin tecnología. Hasta olvidé el teléfono móvil. Nadie me molestaba. Nadie me llamaba. No miraba el correo electrónicos. Se habían acabado los whatsapps. La televisión no me distraía con su telebasura. Sólo podía pasear, comer, dormir y leer. Nunca había sido más feliz.
La posada está en el centro del pueblo. Casi nos perdimos. No hay ninguna señal que te indique que vas por el camino correcto. Finalmente, llegamos a la puerta de la entrada con un pajarito pintado en el dintel. Tuvimos suerte de que estuviera el parking libre: sólo tiene sitio para dos coches.
Dentro de la casa encontramos una decoración de horcas, azadas, trillos y, en el techo, vigas a la vista. Pura madera por todas partes. Nos dijeron los dueños que todos los materiales empleados en la construcción de la casa son autóctonos. También lo son los que emplearon en la remodelación. Tiraron de materias primas de la tierra. Una buena idea. Así crearon riqueza en Sigueruelo y alrededores.
Lo que más me gustó de esta casa rural fue la amplitud de sus habitaciones. No tropezaba con mi marido. Podía andar por la habitación y hasta hacer ejercicios de gimnasia para bajar las calorías de los suculentos desayunos que nos servían. Un tocador con un espejo enmarcado en madera noble me hacía sentir bella todas las mañanas bajo su luz artificial. La luz tenue primaba en un cuarto de pequeños ventanales y anchas paredes. Era como si te invitaran a dormir durante largas horas olvidando el despertador que no tenías.
Os recomiendo la Posada de Siguerelo. No te aburres pese a no tener Internet ni televisión. Mi marido, las niñas y yo paseamos en bicicleta por los alrededores. Mi santo quería apuntarse a los descensos en piragua por las hoces del Duratón. Se lo prohibí. No quería quedar viuda. Tampoco dejé que fuera en caballo, como nos propusieron los dueños de la posada. Los caballos y mi marido no están habituados. Mi santo es un hombre de coche, no de caballerías.
Lo que no debes perderte es un bosque de sabinas centenarias que hay allí cerca. Puedes ir andando desde la posada. Apenas dejas atrás las callejas del pueblo y ya te adentras en el bosquecillo. Dejamos para otra ocasión una visita al Parque Natural del Hayedo de Tejera. Queda a 13 kilómetros de la posada.
Nos quedamos también sin ver los buitres leonados. Están en las Hoces del Duratón, donde hacen piragua; a unos 14 kilómetros. Yo no los eché de menos. Fue mi marido el que lamentó no haber ido a ver la colonia de buitres leonados. Últimamente le va el peligro, cosa que me preocupa.