Ciudad Rodrigo no te deja indiferente. Es un laberinto de piedras, palacios de mejores épocas y rincones de esta localidad a unos noventa kilómetros de Salamanca ciudad está protegido por potentes murallas que dibujan un singular recinto con forma de estrella.
Nosotros recorrimos sus calles descubriendo vestigios de su pasado guerrero. Se nota que la frontera con Portugal está al lado. En las paredes de la torre de la catedral pudimos ver marcas de cañonazos. Mi marido insistió en iniciar el recorrido por la muralla. Allá nos fuimos.
Pillamos el acceso a lo alto de la muralla desde la plaza de Herrasti. Una vez arriba, empezamos a caminar por el paseo de ronda en el sentido opuesto al del reloj. Es una de las murallas mejor conservadas de la Península. Con vistas sobre la ribera del Águeda, llegaremos, en primer lugar, hasta la plaza del castillo y el mirador sobre el río. Tuvimos que parar porque yo no podía más con ms pies. No llevaba un calzado muy adecuado para andar, pero lo iba a conseguir. Más allá, el hospital de la Pasión antecede la llegada a la puerta de Santiago, una de las siete que permiten el paso al núcleo urbano. El hospital se alza sobre el solar que ocupara la antigua sinagoga. Puro reciclaje arquitectónico. Dentro del hospital destaca la iglesia. Antaño pensaban que rezar curaba tanto o mas que las medicinas. Seguimos paseando hasta el palacio de los Águila. Es donde está la oficina de turismo.
Yo ya no podía más. Mi marido me convenció para ir a ver la iglesia de San Pedro y San Isidoro con las niñas y mi suegra. Quedé fuera. No me apetecía ver santos. Cuando salieron, fuimos hasta la casa de los Vázquez, donde están las dependencias de Correos.
Nos quedaba por ver la catedral. Grande y de piedra. Me recordó a la Catedral de Santiago. Debió ser un ataque de nostalgia. Había dos capillas que tuve la sensación de ya haber visto: la capilla de la Soledad y la capilla del Santísimo- Mi hija pequeña señaló con su manita el llamado altar de Alabastro o de la Quinta Angustia, o la sillería del coro. Nada de lo que nos señalaba se vendía.
Os recomiendo visitar Ciudad Rodrigo. No debes perderte el claustro de su catedral. En el claustro los imagineros trabajaron más libremente, a juzgar por el repertorio de personajes fantásticos, religiosos y profanos que pueblan los capiteles y, muy especialmente, las basas de muchas de sus columnas. La visita por su interior también incluye el Museo Diocesano y Catedralicio. Nosotros nos apuntamos a una visita nocturna que coincidió el día de nuestra estanca. Fue una experiencia más.
No debes perderte tampoco el Museo del Orinal. Nunca hubiera pensado que había tantos orinales distintos. Había donde elegir.