La Alquería de Morayma en Cádiar, Granada, tiene el nombre de la última esposa del último rey de Granada. Fue justo por el nombre por lo que elegimos esta casa rural para pasar unos días en familia, mientras teletrabajábamos a todo dar mi marido y servidora. Mi marido decía que se sentía el rey Boabdil. Es un exagerado. El rey Boabdil murió en Granada, en tierras del Andarax, antes de poder cumplir el destierro africano decretado por los cristianos. Lo suyo era amor al terruño.
La alquería es bonita. Está formada por cinco casas típicas, una pequeña ermita y un cortijo. Explotan el complejo como hospedaje agroturístico de calidad. A mí me enamoró nada más llegar. Más me enamoró cuando paseamos por la finca. Es una finca de 35 hectáreas. Cultivan viñas, olivos, almendros, higueras, encinas y frutales. Mis hijas pudieron recibir una clase de agricultura andaluza insitu. Su padre fue el profesor. Yo me sumé como oyente.
En la alquería no nos faltaron comodidades. Yo me hubiera quedado a vivir allí de lo cómoda que me encontraba. La carpintería de castaño le daba un toque acogedor, debajo de unos tejados de launa. La decoración tenía muchas reminiscencias arábigas.
Nos dieron dos habitaciones con muebles recuperados del pasado. Las colchas alpujarreñas eran preciosas. Mi santo quería el dormitorio que estaba en la ermita. Le dije que ni hablar. Yo no dormía en una iglesia aunque dejara de ser iglesia porque se paga como habitación de turistas. Siempre fui muy respetuosa con las religiones propias y ajenas.
Os recomiendo la Alquería de Marayma. Tiene nombre de reina musulmana. No debes perderte su restaurante. Se come de cine. Te sirven las especialidades de la comarca. El restaurante de la alquería de Morayma tiene unas preciosas vistas a las lomas alpujarreñas.
Seguro que volvemos a este complejo rural pintado de color blanco. Lo pasamos muy bien haciendo senderismo por la zona. Mi marido llevó una bicicleta por si nos cansábamos. Al final sólo fue él pedaleando por los Montes de las Alpujarras. Pedaleaba para abajo y empujaba la bicicleta cuando había que subir las cuestas. Mi santo no es muy ciclista. Enseguida se cansa de dar pedales.