Venecia no es una ciudad que me guste. Mi relación con Venecia es un poco de amor-odio. Cuando era una adolescente tenía esta ciudad idealizada. Cuando la conocí se me cayó del pedestal. Es una ciudad sucia. El amor se te va oliendo los canales. Aún así he ido más de una vez porque a mi chico le gusta mucho. Por eso le dejo que elija el hotel. La última vez eligió el Splendid Venice porque está a pocos metros de la Plaza de San Marcos, una plaza nada recomendable para las personas a las que no nos gustan las palomas.
Lo mejor de este hotel es la terraza. Subes a la azotea y ves toda Venecia desde la terraza del hotel. Este hotel tiene embarcadero propio. Eso es ideal para los enamorados que quieren dar un paseo en góndola. Sales del hotel, te subes con tu amorcito en la góndola y a soñar y no mirar mucho el agua sucia del canal por donde te lleva el góndolero. Yo respiré cuando regresé al hotel y el aire acondicionado entró en mi nariz. Lo agradecí.
El hotel tiene una decoración un tanto rococó. Nuestra habitación tenía un papel pintado que me vinieron ganas de preguntarles dónde lo habían comprado. Era una habitación poco luminosa y sobrada de cortinones azules. La cama era cómoda. Mi chico estaba en el séptimo cielo. Yo miraba todos los rincones porque la limpieza como que no me convencía.
El desayuno es un buffet variado, con bastante fruta. Nosotros también nos quedamos a comer en el restaurante del hotel. Casi todo lo que tenían en la carta eran mariscos. Debe ser que los enamorados quieren comer mariscadas italianas.
Os recomiendo el hotel. Está bien situado para desplazarte por la ciudad de los canales en trasporte público. La parada del autobús acúatico, es decir, del vaporetto, te queda a cinco minutos del hotel.