San Petersburgo me pareció una ciudad espectacular. Fui con mi marido en un viaje de placer romántico y lamenté haber ido sólo con tres días. Hubiera necesitado una semana completa para disfrutarla bien.
Nosotros pasamos de guías turísticos y nos lanzamos por nuestra cuenta a las calles de San Petersburgo. Nos perdimos en su entramado urbano. Mi chico llegó a tener miedo. Decía que estábamos en zonas malas, que podíamos caer en manos de ladrones, de mafias,... No pasó tal cosa. San Petersburgo me pareció una ciudad bastante segura, sobre todo si vas vestida normal, sin joyas a la vista y sin ropa de marca que llame la atención. Nosotros tenemos la suerte de que somos muy blanquitos de piel y parecemos rusos. No llamábamos la atención.
Fuimos hasta el Palacio de Pedro el Grande, visitamos la Iglesia de San Isaac y no le perdoné a mi marido una tarde de compras en las lujosa calle Neski. Encontré trapitos que no tienen las mismas marcas en Madrid.
Mi chico se había quedado con ganas de visitar más palacios y nos fuimos hasta el Hermitage, el antiguo Palacio de Invierno. Los zares tenían buen gusto. Yo les hubiera comprado el Palacio si fuera millonaria. Más le gustó a mi amorcito la Iglesia de San Salvador de la Sangre Derramada. Quedó a cuadros mirando los más de cuatro mil metros cuadrados que tiene esta iglesia con mosaicos con escenas de la Biblia. A mí también me impresionó. No me hubiera imaginado que la gente era por allí tan religiosa.
Os recomiendo visitar San Petersburgo, una ciudad con un pasado grandioso en la Rusia de los Zares. Tiene muchos palacios y muchos monumentos. También tiene muchos turistas. No me extraña. Yo volvería sólo para ir a adelgazar la cartera a la calle Neski. A mi chico casi le dio un ataque cuando vio las facturas de las tiendas. No necesitó un médico porque sabe que mis gastos en marcas son inversiones: acabo vendiendo todo lo que compro.