Mi chico quería ir a ver in situ las Cataratas del Iguazú en Argentina y allá nos fuimos cuando reunimos el dinero para el viaje pese que a mí no me hacía mucha gracia. Menos gracia me hizo cuando me vi ante aquella inmensidad de aguas que caían haciendo un ruido que metía miedo. Casi me pongo mal de la cabeza viendo aquello. Me alegré de no haber llevado a las niñas.
Se trata de 275 saltos de agua. No los conté, pero tantos son. Mi chico iba muy informado. Yo no pude quedarme a ver todo aquello. Regresé al hotel por mi cuenta. Mi amorcito quedó ante aquella maravilla de la Naturaleza en Argentina. Quería ir por el otro lado también, por el de Brasil. Las Cataratas del Iguazú están en medio de los dos países.
Como os decía, me volví al hotel después de ver la Boca del Diablo, la caída de agua más alta del mundo mundial. Me horrorizó. Yo soy de Naturalezas domesticadas, no de la selva de las aguas. El agua en estas Cataratas del Iguazú en Argentina cae al vacío con un ruido que mete miedo a las personas sensibles como servidora.
Mi marido estaba tan contento que se apuntó a un viaje hasta la isla de San Martín. Pensé que no regresaba. Fue en zodiac como los inmigrantes que cruzan el Estrecho de Gibraltar. Un horror.
Lo mejor fue el viaje en tren. A ese viaje sí que me apunté. Tampoco tenía alternativa. Llegamos a la Garganta del Diablo a bordo del Tren de las Cataratas. También me apunté a un viaje en todoterreno por los alrededores de las Cataratas del Iguazú en Argentina para ir a ver pumas y animales salvajes de la zona. Muy salvajes no parecían. Yo creo que eran animales del circo sueltos para los turistas.
No os recomiendo ir a ver las Cataratas del Iguazú en Argentina. Meten miedo. Tampoco os recomiendo apuntaros al helicóptero que tienen por allí para darte un paseo por el cielo para ver desde arriba aquella barbaridad de agua selvática. Mi chico se subió al helicóptero. Yo quedé en tierra rezando por él mis oraciones ateas.