Hice un viaje en coche por Chile con mi marido aprovechando que tenía que hacer negocios en este país de cóndores y llamas y quedé impresionada. No me imaginaba que una franja de tierra de más de 4000 kilómetros tuviera tanta variedad paisajística. Chile va desde el desierto de Atacama hasta la Patagonia.
El desierto de Atacama no te deja indiferente. Es el desierto más árido del mundo. Por allí no saben lo que es la lluvia. Suerte que tienen. Yo estoy cansada de ver llover en la zona de España en la que resido.
No me hicieron mucha gracia los cóndores y las llamas. Me horrorizan los bichos raros. Mi marido decía que eramos unos privilegiados al poder contemplar in situ estos ejemplares de la fauna salvaje. Yo vivía muy bien sin tenerlos cerca.
Fuimos por la carretera de Punta Arenas a Torres del Paine parando en Puerto Natales. Es una carretera que va por la costa del estrecho de Magallanes antes de adentrarse por la estepa patagónica. Es un sitio muy ventoso. Me ponía de los nervios tanto viento. Razón tienen los que dicen que el viento vuelve locas a las personas. Los habitantes de esta zona de Chile no parecían estar mal de la cabeza. Yo lo estaría si tuviera que vivir en un pueblo o una ciudad atacada por los vientos huracanados todos los días del año.
Lo que más me gustó de Chile fue su capital. Santiago de Chile me pareció una ciudad preciosa. Nosotros nos acercamos a la Isla Negra, donde está la casa museo de Neruda, uno de mis poetas favoritos. Mi marido se empeñó en ir a ver su tumba y la de su esposa. Están enterrados cerca de la casa. A mí no me gustan nada los cementerios, pero acompañé a mi santo para que no se sintiera tan triste llorando a Neruda.
Os recomiendo visitar todo Chile, pero sobre todo la capital. No debes perderte sitios tan entrañables como el barrio bohemio de Bellavista de Santiago de Chile.