Tuvimos el honor de comer en el restaurante más antiguo de Berlín la última vez que estuvimos en la capital de Alemania con las niñas. Mi marido quería que nuestras hijas pudieran disfrutar de la comida típicamente alemana. La disfrutaron tanto que no les quedaron ganas de más salchichas.
Sí, eso es lo que te sirven en el Zur Letzten Instanz: salchichas. Mi marido y yo pedimos un codillo asado. Las salchichas no son para nosotros. Mis hijas, en cambio, optaron por las salchichas. Yo les dije que era mejor que se apuntaran al codillo, pero ellas ni caso. El codillo te lo servían con una col roja que estaba muy buena. Olía tan bien como bien sabía. También probé las albóndigas. Estaban sobradas de picante. Lo que estaba delicioso era el postre: nos trajeron una tarta de manzana que me recordó muy mucho la que prepara mi madre. Mis hijas repitieron postre. Yo creo que no lo hicieron por lo que les gustaba la tarta de manzana sino para sacarse el sabor de las salchichas. Decían que estaban algo picantes. Por eso les vino bien la dulzura de la tarta.
Os recomiendo el Zur Letzten Instanz. Hay que hacer reserva. Con el cuento que es el restaurante más antiguo de Berlín, no hay manera de encontrar mesa si no reservas antes. Este local lleva con sus puertas abiertas desde el año 1621. Del personal que trabaja allí sólo puedo decir maravillas. Te tratan como a una reina.
Me parece muy acertado que sigan apostando por platos típicamente alemanes. Otros restaurantes de la capital de Alemania tienen su cocina bastante olvidada. Apenas encuentras un restaurante en Berlín que tenga las salchichas tan prestigiadas como están en la carta del Zur Letzten Instanz. No se avergüenzan de ser el país de las salchichas. Esto los honra.
El local también tiene una decoración muy alemana. Yo me sentí cómoda en un restaurante con mesas de madera antiguas y sillas duras. Lo que me incomodó fue que me cargaran 5 euros de propina en la cuenta. Hay que tener cara. No protestamos porque la camarera le había hecho muchas carantoñas a las niñas. Lo que no sabía era que había que pagar las carantoñas.