Cuando estuvimos en Praga fuimos hasta Olomouc, una ciudad a tres horas con buena cerveza, según mi marido. Para mí todas las cervezas son parecidas. Es mi santo el que les encuentra diferencias. La ciudad no me gustó mucho. La vi antigua, pasada de moda y con poco futuro.
Mi marido decía que era la mejor ciudad de Moravia, una de las tres regiones que integran la República Checa (junto a Bohemia y Silesia). Yo creo que en Bohemia hubiera encontrado alguna pequeña ciudad más a mi gusto. Nunca le debes hacer caso al marido a la hora de organizar los viajes. Mi santo me llevo a la Edad Media. El aspecto de Olomouc es el de una ciudad ordenada y pulcra, llena de tranvías e iglesias que me pusieron de los nervios. No soy nada espiritual. Soy una mujer práctica. Mi esposo se empeñó en ir a ver la universidad. No hacía falta. En las calles de esta pequeña ciudad sólo ves estudiantes. Me comentaron en la recepción del hotel donde nos alojamos que un tercio largo de los cien mil vecinos que tiene esta ciudad son alumnos de la universidad.
Sólo estuvimos un día, pero nos sobró el tiempo para recorrer las partes más interesantes de la ciudad. Fuimos directos al caso viejo, recorrido por un río, el Morava. No siempre íbamos andando. Nos hicimos con la Olomouc Card (que incluye transporte urbano y entradas a castillos y otros monumentos de la ciudad y nos recomendaron en el hotel). A mi marido le gustó la Horní námestí, una plaza donde está la barroca Columna de la Trinidad. Las dos fuentes que hay en esta plaza, también barrocas en su estilo agobiante, de Hércules y de César no consiguen hacerle sombra a semejante columna de piedra, y mucho menos la moderna fuente de Arión que queda como un pegote entre tanto barroco. Mi marido se detuvo ante una maqueta en bronce en mitad de la plaza que nos dice cómo era la ciudad barroca; no ha cambiado apenas desde aquellos lejanos años, y eso se comprueba subiendo a la torre del ayuntamiento medieval, como subimos nosotros. Yo no podía con mis pies, pero mi marido no quería perderse el raro reloj astronómico con simbología comunista. Poco más pude andar. Se veían las agujas de la catedral cuando decidí regresar al hotel y no dar un paso más. Mi santo siguió paseando, fue hasta la otra ciudad, la clerical, con muchas iglesias y esas cosas que no me interesan. Tampoco me interesó Olomouc. No creo que vuelva. Pero a vosotros os la recomiendo. Hay que viajar para saber lo que no te gusta.