Lo que más me llamó la atención de Cerdeña fue la red de senderos por un territorio salvaje, sobre todo en el norte, la parte más bonita. Mi chico quería quedarse en la capital e íbamos a hacerlo, pero fue verla y querer marchar. La capital es una ciudad sucia y descuidada. No me la imaginaba así. Mi chico tampoco. Parecía más una ciudad del tercer mundo que una ciudad italiana. No tiene nada que ver con Roma o con Milan.
Como os decía, la zona norte de Cerdeña es la zona más bonita de esta isla. Tiene ciudades históricas amuralladas, mucho más bonitas que Cagliari, la capital de la isla. En esta zona norte nos cansamos de hacer senderismo. A mí me daba algo de miedo, pero mi chico estaba en su salsa andando en mitad de los parajes salvajes.
No faltan playas solitarias en Cerdeña. Las del Golfo de Orosei son las mejores playas salvajes que había visto nunca. Estás como en el paraíso de Adán y Eva antes de que se multiplicaran. En la Costa Verde hay también playas salvajes poco concurridas por los turistas y por los lugareños.
Os recomiendo visitar Cerdeña, sobre todo los pueblecitos del interior. Son monos y muy mediterráneos. Yo a la capital no iría. Cagliari me decepcionó a más no poder. También me decepcionó el viento que hacía en toda la isla. Pensé que era un vendaval que nos había pillado, pero no, era siempre así según me contaba la gente que vivía por allí. Yo no sé como pueden aguantar tanto tiempo. A mí el viento me pone loca. En Cerdeña te llama la atención el viento y el bosque. Todo es bosque silvestre, monte, verdor. Esto tampoco me lo esperaba.
Cerdeña es una isla virgen. No sé pro qué no cortan el exceso de madera que tienen en los montes. Quedarían mejor con menos árboles. A mí me gusta la naturaleza domesticada.