Poco dormí durante los dos días que pasé en el UNA Hotel Vittoria de Florencia, en Italia. Había ido por motivos de trabajo y mi verdadero trabajo fue intentar conciliar el sueño en un colchón más duro que las piedras del campo. Para acabar de fastidiar tuve el aire acondicionado haciendo ruido. Tuve que apagarlo. Prefería pasar calor a pasar dolor de cabeza con aquel ruido machacón.
Otro problema fueron las luces de la habitación. Aquello parecía un tanatorio. Llamé a recepción y me mandaron unos técnicos para ponerme las luces claras. Poco consiguieron. Abrí las cortinas, pero mi cuarto seguía siendo oscuro.
Lo mismo pasaba en el cuarto de baño. Como odio ducharme a oscuras, dejé la puerta del baño abierta para que entrara algo de la poca luz que tenía en la habitación. Aquello parecía la casa de Drácula. No hubiera podido pasar una semana en este hotel ni borracha de cava.
No todas fueron desventajas, por supuesto. Las chicas de recepción eran muy amables. Me preguntaban siempre si estaba cómoda, si necesitaba algo. Yo les decía que todo iba bien. Ellas no podían hacer más, las pobres. Lo que sí fue bien fue el desayuno. Había un buffet variado, surtido y con bollería recién horneada. Apenas comí el resto del día porque me puse de bollos hasta las cejas.
Creo que las habitaciones de las plantas superiores eran mejores. La mía dejaba mucho que desear. Hasta tuve que llamar a recepción para que retiraran un aparador que tenía tapando el televisor. Por eso no os recomiendo mucho este hotel. Los hay mejores en Florencia. Yo eché de menos los hoteles españoles. Cuando viajas al extranjero, empiezas a valorar la hostelería de este país nuestro.
El UNA Hotel Vittoria ganaría mucho con una remodelación. Podrían empezar por cambiar las luces de las habitaciones. Los clientes queremos habitaciones bien iluminadas, no habitaciones a media luz. También deberían colocar mejor el mobiliario de la habitación. Tropezabas con todo. Yo les hice colocar aquellas sillas, aquellos armarios o lo que fueran de otra manera.