¡¡Hola de nuevo!!
Ahora os quiero hablar de nuestra experiencia con el metro de Budapest, donde tuvimos alguna que otra experiencia graciosa. Decidimos cogerlo durante los primeros días para aprovechar el poco tiempo que teníamos para ver toda la ciudad. Desde el autobús que nos recogió en el aeropuerto, nos indicó que la mejor manera de moverse por Budapest era el metro y que lo mejor era coger un bono de 20 tickets aunque no los gastásemos todos porque cogiendo de uno en uno salía mucho más caro.
Nuestra primera experiencia en el metro fue un poco desastrosa. Tras bajar las escaleras que dan acceso al metro nos pusimos a la cola de la ventanilla con la intención de comprar los tickets para poder viajar en metro. Nos dijo la chica del autobús que en el metro de Budapest hay mucho control de la gente que tica los tickets para acceder al metro, y si no ponen unas multas desorbitadas. Eso lo pudimos comprobar más tarde porque al bajarnos en una parada al final de la escalera mecánica esperaba uno de seguridad y estuvo revisando uno a uno todos los tickets de cada persona.
Pues bien, al llegar a la ventanilla le comentamos a la chica en inglés que queríamos un bono de 20 tickets, de repente la trabajadora no entendía nada. ¡¡Ay dioooos que mal!! Ella nos hablaba en húngaro y nosotros en inglés y aquello era imposible. La gente empezaba a acumularse en la cola detrás de nosotros, nosotros que no sabíamos como podíamos pedir el dichoso ticket y aquello era un desastre. Al final se le ocurrió a mi amiga escribirle con todos los dedazos en el cristal un 20, la chica por fin nos entendió, ¡¡aleluya!! Eso sí, los cristales quedaron hechos un cristo. Y otra cosa curiosa de este metro es que las escaleras mecánicas no son aptas ni para los más deportistas. Van a toda leche y casi no da tiempo a poner el pie en el peldaño exacto antes de que se separen las escaleras y te caigas.
Al acceder al vagón nos dimos cuenta de lo viejo que es este metro. Los vagones están muy deteriorados, algunos oxidados y con colores feos y apagados. Por dentro más de lo mismo. Los asientos eran largos bancos de espuma recubiertos de tela y no presentaba muy buen aspecto, de limpieza sí, pero se notaba el paso de los años.
Otro día, en otra parada de metro encontramos un vagón un poco más nuevo, con asientos individuales que además contaba con altavoces que comentaban en húngaro, la parada a la que ibas a llevar. Por supuesto que para nosotros era chino.
Eso sí, lo que más nos gustó a los dos, tanto a mi amiga como a mí, fue que cada parada de metro de Budapest era distinta, y además estaban muy bien restauradas y con un diseño muy original. Algunas de color blanco con adornos en las columnas, otras azules, cada una distinta y cada una más bonita.
Aun así, aunque se nota el paso de los años del metro de Budapest, os recomiendo su uso porque no está tan masificado de gente como el de Madrid, las paradas son una preciosidad y además es barato, rápido y cómodo.
Un saludo a todos.