A cien kilómetros de Madrid queda el Casón de La Pinilla, un pequeño hotel rural a donde fuimos a celebrar las bodas de plata de unos tíos de mi marido. Está en un pueblo de Segovia que se llama Cerezo de Arriba, un pueblo tranquilo. Falta hace que sea tranquilo porque este hotelito rural está en medio del pueblo. Yo no esperaba una estancia tan tranquila cuando llegamos. Mi marido, en cambio, decía que los que íbamos a meter ruido íbamos a ser nosotros. No le faltó razón. Los invitados a las bodas de plata fuimos los ruidosos.
El pueblo me encantó. No tiene más que unos doscientos habitantes, casi toda gente mayor. Da gusto pasear por sus calles. Ves a la gente sin prisa, sin preocupaciones habituales en una gran ciudad como, por ejemplo, unos horarios a cumplir.
El hotel no es grande. No tiene más de nueve habitaciones. Las ocupamos todas. Dejamos a los propietarios del hotel contentos con el gasto realizado. Este hotel está ubicado en una casa que fue hace años una vaquería. Todavía huele a queso. Serían imaginaciones mías, pero yo me imaginaba en sus estancias comunes grandes salas de fabricación de queso. Eso no quiere decir que no la hayan remodelado bien, al contrario. La restauración de la casa se ha hecho respetando su arquitectura primitiva, pero tiene todas las comodidades que disfrutas en tu casa. Las duchas de los cuartos de baño, por ejemplo, tenía una presión de agua fabulosa y la calefacción era de diez en toda la casa. No pasamos frío. Por eso os recomiendo el Casón de La Pinilla para pasar unos días de invierno en familia o en pareja.
Donde sí pasamos frío fue en la estación de esquí. Aprovechamos que el Casón de La Pinilla está a unos ocho kilómetros de una estación de esquí para ir a pasar unas horas en la nieve intentando esquiar sin saber mucho. También nos acercamos andando hasta la iglesia de San Juan. Los tíos de mi marido son muy religiosos y querían ir a una misa de domingo acompañados por los invitados a su fiesta de 25 años de feliz matrimonio.