Me gustó el Shaya en Nueva Orleans, un restaurante que se puso muy de moda. Hace una fusión de cocina local con cocina israelí que tiene mucho éxito tanto entre locales como entre extranjeros. Lo que tuvo más éxito para mí fue la limpieza que vi en aquellas mesas, tanto en la parte más para pagar poco como en la parte más para reservados.
Nosotros poco comimos. La comida estaba sobrada de salsas para nuestro gusto. Lo que sí devoramos fue el pan. En mi vida había comido un pan más rico. Me olvidé de que el pan engorda y me puse de masa de agua y harina hasta las cejas. Un camarero me dijo que podía comer el pan que quisiera. El pan era ilimitado en su restaurante. Miré a mi alrededor y así parecía. La gente comía pan como si estuviéramos en una guerra con hambre.
De toda la comida que nos pusieron delante en un menú para elegir me quedé con un hummus de pollo. El camarero me lo recomendó cuando vio que dudaba de tanto nombre raro. Fue un acierto. Estaba bueno. Lo malo fue las salsas que se me ocurrió echarle. Ahí sí que no debí haberle hecho caso al camarero. El pollo estaba mejor sin salsas.
Mi marido se animó con una ensalada de col. No fue un acierto por su parte. La col le sentó fatal. Yo creo que era una verdura distinta a la col que venden en España. La col de Estados Unidos no debe ser apta para estómagos poco acostumbrados a comidas fuertes. Menos mal que el té de menta marroquí le facilitó la digestión. Fue lo que pedí por él y por mí cuando lo vi en la carta. Yo había probado el té con menta en Marruecos y el que preparan en el Shaya en Nueva Orleans es igual de delicioso que el que te sirven en ciudades como Marrakech.
Os recomiendo este restaurante. Tiene una carta muy variada. Seguro que encuentras un plato a tu gusto, sobre todo si sabes de qué van los nombres. Y, si no lo sabes, debes preguntar. Los camareros son muy amables. Lo que no debes perderte es el pan. Es lo más rico que tienen.