El Tiffany Blue Box no es un restaurante que le gustaría a Holly Golightly. Fue lo que le dije a mi marido cuando me llevó a este restaurante neoyorkino a comer comida americana. Pensaba mi santo que me iba a hacer ilusión. Me decepcionó totalmente. No lo encontré nada glamuroso. Me vinieron ganas de bajar a la joyería Tiffany's con un plato de hamburguesa caliente y comérmela allí delante de su escaparate como la protagonista de Desayuno con diamantes se comía su desayuno.
Los diseñadores de este restaurante intentaron darle un aire de escaparate con mesas, pero no es lo mismo. Te sientas en una mesa mirando aquellas vitrinas un tanto cutres y casi piensas que estás en un bazar chino mirando la bisutería a pocos euros. Encima has tenido que subir hasta la cuarta planta de la emblemática joyería. A mí me gustan los restaurantes a pie de calle. Subir unas cuantas plantas no es lo mío, y me da igual que haya ascensor o que haya que subir escalera a escalera. Es como si fueras a comer a la casa de tu prima.
La mayor ventaja que le encontré a Tiffany Blue Box es que está cerca de Central Park. Así pude ir a dar unos paseos para bajar tanta comida americana. No le estaba sentando muy bien a mi delicado estómago. Cuando noto que una comida se me hace pesada salgo a andar. Mi marido comió más que yo. Se puso hasta las cejas de platos clásicos de la gastronomía americana. Yo lo veía comer y sufría. Tanta carne picada es mala para la salud. Pero lo dejé comer a su gusto. Me entretuve mirando aquellos sillones y aquellas paredes azules. Todo era azul cielo. Los sillones no eran muy cómodos. Enseguida note mi trasero dolorido.
Os lo recomiendo pese a todo. Las mesas del Tiffany Blue Box están decoradas con una rosa blanca fresca dentro de un jarrón vasito. Muy chulo el jarroncito. Yo me llevé la rosa de recuerdo. No me dijeron nada. Supongo que te la regalaban con gusto.