El silencio de Clara Lyndon de Elene Lizarralde se nota que es una primera novela. En algunas páginas la autora se olvida que está escribiendo una novela y cae casi en un ensayo sobre las señoritas pelotaris o raquetistas. Eran estas deportistas mujeres que cobraban un sueldo. Por eso jugaban a un deporte que no practicaban las chicas de clase bien, más dadas a jugar al tenis.
Las pelotaris eran mujeres solteras y mujeres casadas. Hubo algunas que fueron pelotaris tras ser madres. No sólo eran originarias del País Vasco y Navarra. había pelotaris de toda España. en Madrid hubo muchas.
Todo esto lo descubres leyendo El silencio de Clara Lyndon de Elene Lizarralde, una novela que recomiendo más sobre la información que nos proporciona sobre estas mujeres olvidadas por la Historia del Deporte que por la novela en si. La novela es mejorable. Valroas lo que transmite: amor. Es una novela de amor, bien documentada. En documentación hay que darle una puntuación alta. Pero a la autora le faltan tablas en la narrativa.
Yo me quedo con las protagonistas, mujeres sencillas, de familias humildes. La novela recoge entrenamientos con toreros relatados con todo lujo de detalles. Los toreros corrían hacia atrás sin perder de vista al toro. Por eso corrían con las pelotaris. Las raquetistas también se entrenaban corriendo hacia atrás sin perder de vista la pelota.
La novela se centra en la vida de una raquetista que vive en Inglaterra. Empieza revelándole el secreto a su nieta. La novela se desarrolla en la postguerra española una vez que la anciana raquetista empieza a hablar en euskera y la nieta le pregunta qué lengua habla. Es cuando le confiesa su verdadero nombre, su vida de raquetista, los negocios que se hacían en los frontones, las apuestas... La novela engancha. Es una pena, vuelvo a decir, que no esté mejor redactada. También engancha la portada con una foto de una raquetista. La chica es glamurosa. No me extraña que estas mujeres se terminaran casando con hombres con cierta importancia. Lo malo es que casi todos sus esposos fueron jugadores. Las pelotari no acababan viviendo a lo grande, muchas veces por culpa de sus maridos.