Me llamó la atención lo bien que funciona el transporte público en San Petersburgo, la segunda ciudad en población de Rusia. Nosotros fuimos hace cosa de un par de años y nos sorprendió. Sigue siendo una ciudad muy soviética en su organización racional, pero le notas un pasado de zares y princesas.
Sólo pasamos dos días en esta ciudad de más de cinco millones de habitantes y otros tantos millones de habitantes en sus alrededores. Hubiéramos necesitado una semana entera como mínimo para disfrutarla. Menos mal que puedes ir andando a los sitios más turísticos, sobre todo si estás alojada en el centro como era mi caso.
Estiramos el tiempo para visitar el Museo Hermitage, la catedral de San Isaac, el Palacio Stroganov y aún tuvimos tiempo para darnos un paseo en barcaza por los canales de los ríos Neva Y Moika. Fue un paseo muy romántico. Mi marido decía que no era como en Venecia. Tiene idealizada Venecia. Los canales en San Petersburgo están más limpios que los canales de Venecia. Yo volvería hoy mismo sólo para volver a subirme a aquella barcaza y surcar los canales con la cabeza apoyada en el hombro de mi chico. Estaba en la ciudad de los zares. Me sentí un poco una zarina aún en el trono de las Rusias. Soñar es gratis.
No sé si hay muchos pobres en San Petersburgo, pero los restaurantes estaban llenos. Si no hacías reserva, no cogías mesa. Mi chico se las ingenió para hacer una reserva online. Tienen una página web en la que hay un listado de restaurantes para hacer las reservas. La comida rusa es rica. Yo dejé que el camarero eligiera por mí en el restaurante al que fuimos y fue un acierto.
Os recomiendo visitar San Petersburgo. Debes probar su transporte público. En los buses y en el metro hay que hacer muchos transbordos. Mi chico decía que se perdía mucho tiempo. Por eso acabamos cogiendo taxis. No son caros.