Nunca lo había pasado peor que cuando nos alojamos en The Jaffa Hotel en Tel Aviv, Israel. fue contarme mi marido que estábamos en un antiguo hospital y venirme abajo. Todo me olía a enfermedad del pasado. Lo tenían limpio, pero su aire de hospital no se lo quitaba nada.
Lo peor fue ir al restaurante. ¡Estaba en un templo! Mi chico decía que no, pero aquello era fijo una iglesia o algo así. Por muy judíos que sean las sinagogas no dejan de ser iglesias como las otras. Miraba para aquellos techos altos altísimos y abovedados y parecía que estaba esperando a Dios en mi mesa. No pude comer. Mi chico, en cambio, comió todo. Le gusta mucho la carne al estilo judío porque la sirven muy limpia. Yo también la hubiera comido si no estuviera en aquel local que parecía una iglesia.
La piscina estaba bien, con sus hamacas, sus aguas limpias, su intimidad asegurada en medio de lo que fue un patio interior del antiguo hotel. Pero tampoco me sentí muy cómoda. Miraba las paredes del edificio y me acordaba del Hospital Militar de La Coruña. Aquello podía conmigo. Ni que decir que no me mojé en las aguas de la piscina. Me limité a mirar como nadaba mi chico.
No os lo recomiendo ni os lo dejo de recomendar. Lo que sí os recomiendo es si vas que elijas una habitación normal. Las hay. La nuestra no tenía nada de normal con el techo abovedado. Era como estar en una capilla de una catedral. Eso sí, todo muy lujoso. El lujo se repetía en los mármoles caros del cuarto de baño. Los dueños de este hotel que está en el casco histórico de la ciudad de Tel Aviv han gastado dinero decorando con muebles caros. Hicieron bien. Era lo mejor que podían hacer para hacer algo agradable un antiguo hospital a los turistas extranjeros.