En San Román de Escalante en Escalante, Cantabria, disfrutamos de una casona del siglo XVII convertida en hotel rural para que sus dueños se forren sin trabajar mucho. No está mal la casa. La tenían limpia y bien restaurada. Sólo por el cuidado jardín que tienen vale la pena alojarse un fin de semana. Disfrutas la naturaleza, el silencio y la tranquilidad en un paraje idílico de arboles.
Yo aproveché para avanzar con lecturas que tenía pendientes mientras mis hijas correteaban a sus anchas por los campos verdes que rodean la casa. La casona está junto a la ermita románica de Escalante. Fuimos a verla el domingo, aprovechando que había misa y que mi madre quería ir a rezar. Mi progenitora es de las que ve una iglesia y tiene que entrar a encender velitas por toda la familia.
No hacía falta salir de la casona para rezar. Su decoración con pinturas, esculturas y antigüedades invitaba a la meditación y a acercarte al Dios que existe para mucha gente. Casi me agobié con aquella decoración de museo de provincia. Mi chico, en cambio, estaba como en la casa de su abuela. No tenía ganas de marchar de un edificio en el que había piedra, tejas, mucha madera y cristales que habían visto otros tiempos y se habían mojado con otras lluvias. Esa fue otra: llovió a mares los dos días que estuvimos en San Ramón de Escalante en Escalante, Cantabria.
Entre chaparrón y chaparrón pudimos disfrutar algo del jardín y salir de unas habitaciones en las que sólo había muebles antiguos. Pensar en la gente que habría dormido en mi cama en tiempos pasados casi me deprime. ¿Habrían estado muy enfermos? Limpié toda la cama con toallitas húmedas. Siempre lo hago para desinfectar lo que se puede desinfectar. Las cortinas que tenía la cama enganchadas en un dosel se las hice quitar. Eran más de lo que yo podía soportar.
Lo mejor que puedo decir de San Ramón de Escalante en Escalante, Cantabria, es que engordé dos kilos y medio. Los necesitaba. Me había pasado con una dieta de adelgazamiento el mes anterior. Los kilos volvieron a mi cuerpo gracias a la buena cocina que hacen en su restaurante. Todos los platos que sirven son recetas de cocina cantábrica de las abuelas. Engordas aunque no quieras.
El último día había una fiesta. Una empresa había alquilado la carpa que tienen colocada detrás de la casona para celebrar eventos. Me comentaron los empleados que hacen muchos eventos y reuniones en la carpa. Fue un placer coincidir con una de las fiestas. Aquello se animó mucho. Justo pro eso os recomiendo este pequeño hotel. Si vas y te coincide una fiesta no te aburres.