Fui varias veces a Viena y nunca me acabó de gustar. Encuentro esta ciudad de Austria situada a las orillas del Danubio tremendamente fría. No me extraña que sea conocida como la ciudad de los espías. Su posición estratégica en mitad de Europa y su especial relación histórica con Rusia la convirtieron en un avispero de espías en tiempos de la Unión Soviética.
Pasear por sus calles entre monumentales edificios fue lo que más hice. Viena es una ciudad misteriosa y un poco aburrida pese a sus muchos museos. Son museos que no tienen la vidilla que encuentras en museos españoles menos famosos. Hasta los turistas japoneses con los que te cruzas parece que sacan menos fotos.
Recorrí con mis hijas el Barrio de los Museos mientras mi marido estaba con sus reuniones de negocios. El Museumsquartier tenía bastante gente por sus calles. Visitamos el Museo Leopold, el Mumok... Fue el Mumok el museo que más me gustó. Me encantaron los cuadros de pop art de Andy Warhol que cuelgan en sus paredes.
Viena se está modernizando. Aparte de sus imponentes palacios y sus museos grandiosos tiene pequeños negocios, galerías de arte, restaurantes con clientela moderna y estilosa. Pero aún pesa lo antiguo, lo serio, lo formal en el conjunto de la ciudad.
La noche en Viena no es muy animada. Fui con mi marido a beber unos vinos en las tabernas típicas. Se llaman henrigers. Dos vinos y al hotel. En el hotel estaban las niñas con mi madre. Vino con nosotros a Viena para hacer de canguro de sus nietas y también para empaparse de arte en los museos. Mi madre es una enamorada de los museos. Le encanta la pintura de los maestros antiguos. Lástima que no pueda comprar unos cuantos cuadros. La harían feliz.
Os recomiendo visitar Viena pese a que no es una de mis ciudades favoritas. Es una ciudad de dos millones de habitantes. Está bastante bien organiada. Por ejemplo, no hay un problema de alquiler tan grande como hay en oras ciudades europeas gracias a la gran bolsa de pisos del ayuntamiento. Te los alquilan a un precio razonable, según me contaron en el hotel. Había un español que trabajaba en recepción y pudimos hablar de aquí y de allí.
Lo mejor de Viena es su centro histórico, una auténtica joya arquitectónica. No debes perderte tampoco el mercado de naschmarkt, una especie de mercado de abastos que se celebra desde el lejano siglo XVI. Tiene puestos de fruta, verduras, carne, flores, cafés y pequeños restaurantes. Este mercado sólo cierra los domingos. Lo más interesante en mercados para mi madre fueron los mercados navideños. Los celebran en diciembre. Fue una suerte que nuestro viaje coincidiera en este mes. Así mi madre pudo hacer compras en los puestos de artesanía. Trajo una maleta llena de regalos. Hasta compró decoración festiva para decorar su casa estas navidades. Mis hijas se pusieron hasta arriba de dulces. Su abuela también abrió la cartera en los puestos de dulces. Yo pensé que mi madre se quedaba en el mercadillo de Rathausplatz. De los más de diez mercados navideños que hay en Viena, el de Rathausplatz fue el favorito de mi madre.
Pese a no gustarme Viena reconozco que una semana de estancia se me hizo corta para ver todo lo que se puede ver en la ciudad. Tuve que dejar para otra ocasión una ruta de palacios que hubiera resultado interesante para las niñas. El Palacio de Belvedere con su estilo barroco, el palacio de Schönbrunn con sus preciosos jardines... A donde si fuimos fue al Palacio Hofburg. Allí pudimos visitar los apartamentos de Sissi Emperatriz. Son impresionantes. Sissi tenía muy buen gusto. Fue una Reina adelantada a su tiempo.