¿Cuándo volveremos a Oued-Laou? En esta villa costera viví con mi marido unos días muy románticos hace años. Tan bien lo pasamos que quedé embarazada de mi segunda hija. Recuerdo que hacía un tiempo maravilloso. Todos los días calentó el sol.
Nosotros veníamos de la locura de Tetuán y Tánger. Necesitábamos un poco de tranquilidad. La encontramos. Allí, a los pies de las montañas del Rif fui feliz. La gente del pueblo es muy amigable. Son todos bereberes y se ganan la vida pescando. Algunos venden artesanías de barro. Les compré unas cuantas cazuelas de arcilla para mi madre y para mi suegra. Llegaron a casa tan enteras como cuando las compré. Ni me lo creía. Mi marido decía que iban a llegar a trozos.
El sábado visitamos su mercado rural. Multitud de personas de los alrededores traen a Oued-Laou los productos que cultivan. Mi marido les compró fruta. Era lo que más apetecía comer con aquella calor. La sandía estaba que te chupabas los dedos. La llevamos a la playa. En la playa, había un bar que tenía unas vistas al mar fabulosas.
Os recomiendo visitar esta villa costera marroquí, un pueblo acogedor bajo un sol mediterráneo de justicia. Nosotros nos alojamos en el Hotel Laayoun. Es un hotel sin lujos que ofrece al turista europeo unas habitaciones aceptables. También es aceptable la comida del Restaurante Espoir. Está en la playa.
También os recomiendo comprar artesanías en los mercadillos. Estás ayudando con tus compras a los bereberes, es decir, a la población local. Yo traje un montón de artesanías. Como os dije, no me echó para atrás a la hora de comprar que casi todo fuera de barro. A mi suegra le encantan las cositas de barro. Todavía usa las cazuelas de barro que compré en Oued-Laou para hacer conservas de chorizos. Los artesanos marroquíes hacen maravillas, sobre todo con el cuero.