El Far de Sant Sebastiá en Llafranc, Girona, es tal cual una cueva. Está entre una cueva y un escenario interior de Juego de Tronos. En sus estancias comunes me sentí la Reina Rubia de la famosa serie. Se trata de un jalón solitario en la costa mediterránea catalana, en una costa llena de acantilados prohibitivos para las personas que tenemos vértigo.
Mi marido eligió este alojamiento rural para pasar un fin de semana romántico e inolvidable. Romántico no lo fue mucho. Inolvidable desde luego. No había pasado más miedo en mi vida. En el pasado se llamó Sant Sebastiá de la Guarda. Era un conjunto formado por una torre vigía del siglo XV, una ermita del siglo XVIII y un hostal que fue en su día una casa de ermitaños. Conociendo su pasado te explicas la austeridad de unas paredes que te llevan a recordar la Edad Media sin haberla vivido.
A mi santo le encantó el patio interior. Tenía su gracia. Era un patio custodiado por dos grandes arcos de piedra. Decía que tenía aquello aspecto de los castillos y torres defensivas del litoral catalán. Todo se pega. Hasta se pegaba el estilo arquitectónico hace siglos.
No es grande. Como mucho tiene unas nueve habitaciones. Todas ellas están alrededor de un salón abovedado en la planta alta. A nosotros nos dieron la tercera, una habitación con unas preciosas vistas al mar. Me atreví a salir al balcón. Fue una experiencia de cine de terror: el balcón estaba justo encima de uno de los acantilados. La terraza no daba tanto vértigo. Estaba orientada al faro.
Pese a todo os lo recomiendo. En El Far de Sant Sebastiá se desayuna bien y se come mejor. Sólo por el pan recién horneado que te ponen para desayunar merece la pena ir. Nosotros aprovechamos para hacer algo de turismo cultural por la zona. Fuimos andando hasta el Dolmen de Can Mina dels Torrents, un monumento que construyeron entre el 3.400 y el 3.000 a.C. Seguimos andando y llegamos al faro construido en 1857 sobre la montaña de Sant Sebastiá. Al día siguiente fuimos en coche a tomar unas tapas a Palamós, a la zona del puerto. Es un puerto pesquero muy chulo. Terminamos nuestro recorrido cultural visitando las ruinas del castillo de Bell-lloc. Es una pena que haya castillos en ruinas. Deberían levantar las piedras caídas y hacer hotelitos rurales. Por ejemplo, este Far de Sant Sebastiá tiene su encanto reconvertido en una casa rural. Te sientes como si fueras una protagonista de Juego de Tronos.