Vistamar en Valldemossa, Mallorca, es una villa de indianos reconvertida al negocio del turismo rural en las islas Baleares. Esta casa de terraza superior entre grandes arcos data de principios del siglo XX. La casa está en el centro de una finca llena de pinos de cien hectáreas que linda con un acantilado rocoso. Fue lo que menos me gustó: el acantilado. Soy una madre temerosa. Ni que decir que no permití que mis hijas se acercaran a aquellos acantilados que metían miedo.
Preferí que dieran paseos por los alrededores. Las llevamos a ver la cercana cartuja de Valldemossa. Regresé sólo con mi marido a la cartuja para escuchar un concierto de música clásica, una música que me relaja mucho.
La casa es bastante pintoresca. Un arco de piedra comunica la entrada con el patio adoquinado que distribuye las estancias. Tiene mucho diseño. Los diseñadores no olvidaron equilibrar muebles y adornos salidos de la mejor artesanía mallorquina. Los cortinajes y las colchas de las camas te hacían pensar en mujeres cosiendo a mano o en precarias máquinas de coser las telas hasta darle forma en los productos finales. Las telas de llengos, los siurels de colores mediterráneos...
Nos dieron dos habitaciones amplias y soleadas. Tanto la nuestra como la de las niñas tenían terraza. Lo agradecí. Me gusta tomar el sol en la terraza de mi cuarto. Resulta muy práctico. Lo que me gustó menos fue la cama con dosel. Me tuvo que tocar a mí. En la habitación de las niñas había una cama sin dosel, pero tenía una decoración tan sencilla, tan rural, que hizo que prefiriera la habitación de la cama con dosel.
Os recomiendo Vistamar en Valldemossa, Mallorca. Está al fondo de un olivar. Coges el desvío hacia Andraits y llegas pronto. Eso sí, tienes que cruzar Valldemossa. No debes perderte tampoco el Mirador de Son Marroig. Está a unos cuatro kilómetros de la casona. Las vistas son estupendas.
La combinación es buena: campo y mar, mar y tranquilidad. Es un lugar perfecto para pasar unas vacaciones familiares tranquilas.