Cala Sant Vicenç en Port de Pollença, Mallorca, es una casa rural que está al norte de la isla que apuesta por el turismo de calidad desde su sencillez. Pero son detalles como la botella de cava y la cesta de frutas que te dejan en la habitación como bienvenida los que te atrapan.
Yo me sentí una Reina en esta casita rural del norte de la isla de Mallorca. Mi marido decía que no era para tanto y tenía razón. El lujazo es el trato que te dan. Abrí la botella de cava nada más verla. Había que brindar por la felicidad. Mi santo no lo entendía, pero no le dijo no a una copita de cava. Mis hijas dieron buena cuenta de la cesta de frutas. Las fresas las devoraron literalmente. Yo eché mano a una manzana roja mientras mi santo se dedicaba a deshacer las maletas y colocar nuestras pertenecías.
Las maletas ya nos las habían subido. Otro detalle de su apuesta por el turismo de calidad. Nos las dejaron en un rinconcito para evitar tropiezos. Le dije que mi santo que tomara nota. Mi marido deja las maletas en mitad de las habitaciones. Así tropezamos.
Para relajarme encontré un salón trasero. Allí me fui con mis periódicos y revistas. Leer la prensa en la terraza del saloncito mirando la arboleda del exterior fue un lujo. Todo el hotel es un lujo sencillo. Yo apenas salí. Mi marido y las niñas fueron a disfrutar los alrededores, en concreto la cala. Yo preferí quedarme en el jardín tomando el sol después de asistir a la clase de paella a la que me había apuntado para hacer algo distinto. Los conciertos de piano, otra actividad que gustaba mucho, me tuvieron de espectadora. Relaja mucho escuchar la música de un piano de andar por casa.
Os recomiendo el hotel rural Cala Sant Vicenç y os recomiendo especialmente sus desayunos. Con un desayuno que comas ya no tienes hambre en todo el día. Yo me ponía de ensaimadas hasta las cejas. Me encantan las ensaimadas, sobre todo cuando son recién hechas. Las tostadas no me gustaron mucho porque les ponían unos chorros demasiado generosos de aceite de oliva. Será un aceite muy sano, pero a mí estómago no le sienta muy bien.
Volvería a la Cala Sant Vicenç mañana mismo. Estaba muy limpio todo. La piscina tenía el agua tan azul que parecía pintada. Las habitaciones también estaban como los chorros del oro. Nosotros nos arreglamos los cuatro en una habitación grande aprovechando que tenía una zona de sala amplia; fue donde durmieron las niñas.