La literatura fantástica no me acaba de convencer y menos me convence si viene apadrinada por la Escuela de Escritores, una escuela en la que prima el capitalismo. Siempre entendí la literatura desde la izquierda gratuita. Una muestra de esta literatura fantástica de última hora es Donde cantan las ballenas de Sara Jaramillo.
Nos cuenta esta novela las peripecias de una preadolescente. Candelaria tiene doce años y vive en Parruca, un mítico lugar de Colombia perdido entre las montañas. La joven tiene una familia un tanto peculiar. Su madre habla con las piedras como si la pudiera oír, su hermanastro cultiva hongos alucinógenos en un amor por la agricultura un tanto extraño y su padre, un artista que esculpe ballenas, los ha abandonado. Es un señor de los que baja a por tabaco y no vuelve. Como era de esperar, se le quiere igual, incluso más. La niña Candelaria lo tiene mitificado. Además, les vendría bien que apareciera el padre con los bolsillos bien llenos de dinero. La casa y su entorno necesitan cuidados. Los servicios de una empresa de jardinería podrían evitar que la vegetación devore la casa.
Esta extraña familia recibe una serie de visitas que redundan en los giros de la trama de la novela. Llega a su puerta una mujer experta en plantas venenosas. La mujer ha matado a unos cuantos gracias a sus conocimientos. Como para tenerla lejos. No es la envenenadora la única que los visita. El señor que teme los rayos da juego a la autora para muchas páginas. La muerte tiene un gran protagonismo. Entre la que mata con las plantas venenosas y el que piensa que un rayo va a acabar con su existencia, aparece un desahuciado que persigue su propia muerte. Este último raro personaje deja tras si un manuscrito. Más intriga. Si pensabas dejar el libro, sigues leyendo.
Candelaria va a lo suyo. Es una niña crecida que quiere encontrar a su padre. Pide que la ayuden a buscar al señor de las ballenas. No todos quieren encontrarlo. La gente es difícil. Candelaria irá entendiendo que la naturaleza humana no es fácil de entender.
Se nota que la autora intenta imitar el buen hacer de Gabriel García Márquez, Juan Rulfo y Gioconda Belli y otros escritores hispanoamericanos. Debería ser ella misma. Seguro que si se dejara de imitaciones escribiría mejor.
No os recomiendo Donde cantan las ballenas. En el nuevo realismo hay libros mejores. Sara aún no le hace sobra con sus escritos a Dolores Reyes, Karina Sainz Borgo o Mariana Enriquez. Yo llegué al final. Todo un logro. Llegué al final para saber qué pasaba con el padre de la niña.