La industria alimenticia quiere que comamos de todo. Por ejemplo los cardos. Yo compré el Cardo hacienda YBARRA para probarlos. No son para mí. Pese a estar bien cociditos se me hicieron imposibles para mi estómago. Comí dos y dejé el resto del tarro para mi esposo. Mi santo los comía como un buy. Le van los manjares extraños para los humanos.
Los comercializan en botes de cristal transparente que cierran con una tapa de color blanco. La etiqueta clásica de las legumbres Ybarra le da un toque de seriedad. Si fueran de otra marca, quizá no hubieran acabado en el carro de la compra en el supermercado. Para comprar manjares extraños en mi despensa elijo marcas de reconocido prestigio. Ibarra tiene más que prestigio. Es un clásico en alimentación envasada.
Me costó el bote de cardos 1,17 euros. No me pareció caro. Cultivar los cardos da trabajo. Cocinarlos, envasarlos, etiquetarlos... explica el precio. Sale el kilo de cardos comestibles a 2,75 euros. Vale la pena comprar estos cardos a ir al campo a buscar unos cardos que se puedan comer. Puede que pilles cardos no aptos para el consumo humano. Los cardos de Ybarra los puede comer todo el mundo. Volví a comprar otro tarro para mi marido y veo que le sientan estupendamente. Hasta le gustan. Seguiré comprándoselos. Después de todo, el cardo poco se diferencia de algunos grelos.
Volvería a destacar el envasado de cristal. El cristal es un material que conserva muy bien y da sabor correcto a los alimentos. Estoy segura de que estos mismos cardos en un brick, por ejemplo, no tendrían el mismo sabor a verdura. Es a lo que saben: a verdura de la huerta. Yo pensaba que iban a tener un sabor más bravío. No es el caso. Pero, aún así, no son para mi estómago. Mi marido dice que no son cardos de huerta sino cardos cultivados en invernaderos. Los cultiven donde los cultiven a mi santo le encantan.