La Casa de Amandi en Villaviciosa, Asturias, es una casona de indianos. Me sentí en su interior como una ricachona recién llegada de las Américas. Todo es tranquilidad dentro y fuera de la casa. Está a las afueras del pueblo. Puedes ir hasta Villaviciosa andando sin cansarte. Para descansar tienes un jardín lleno de vegetación, en el que no faltan las sillas, mesas y una piscina.
Este pequeño hotel rural huele a pueblo. El olor a hierba fresca, a madera húmeda y hasta a vaca impregna las estancias. A ello ayuda una decoración con elementos antiguas como protagonistas: la jofaina, las bacías de afeitado, la pianola de una abuela.
Nos dieron un par de habitaciones amplias. Igual que el resto de las estancias de la casa, tenían mobiliario isabelino. Se te iba la cabeza al pasado entre aquellos muebles que habían conocido el esplendor del dinero de los indianos. Me gustó mucho la galería de la casa. Sentarte a leer detrás de las ventanas divididas en cristalitos era una experiencia singular. Otra experiencia que no debes perderte es pasear por el jardín francés de la casa. Sus propietarios han estado muy acertados con este jardín. Contribuye a resaltar el aire indiano de la casona.
Os recomiendo la Casona de Amandi, a sólo 1 kilómetro de Villaviciosa. Nosotros apenas salimos. Sólo fuimos andando hasta las playas de Rodiles y el Puntal. El tiempo estaba un poco frío para darse un chapuzón. Regresamos a la casa para seguir disfrutando un alojamiento indiano. Es lo que tiene el turismo rural: te permite disfrutar casas que nunca podrías comprar si se pusieran a la venta.
Lo que le quitaría a esta casa es tanta enredadera como tiene por buena parte de su fachada. Hay quien cree que las planta trepadoras son bonitas. A mí no me gustan. Además meten muchos bichitos por las paredes. Prefiero las paredes limpias de hierbas. Nunca tendría una casa en el campo con enredaderas subiendo por las fachadas.