Un hotel rural con habitaciones escavadas en la roca

Acerca de:Monasterio de Rocamador [Almendral]
Ventajas:dichas
Desventajas:dichas
Unas vacaciones en un monasterio siempre son inolvidables. Yo recordaré toda mi vida los días que pasé en el Monasterio de Rocamador. Fue levantado en el año 1512 para que los franciscanos descalzos vivieran contemplando la naturaleza. Está en Almendral, Badajoz, a tiro de piedra de la frontera con Portugal.

Dentro de este convento te sientes segura. Sus murallas son sólidas. Te asomas a la ventana de tu habitación y ves la Sierra de Salvatierra. Fue un acierto que construyeran el convento sobre una atalaya rocosa. Mejoraron mucho sus vistas al ponerlo en lo alto.

Mis hijas se aburrieron un poco, pero mi santo y yo conseguimos lo que queríamos: tranquilidad. Nuestra vida social se limitó a unos paseos por los montes de los alrededores con unos amigos que se habían sumado a nuestras vacaciones. Casi se arrepintieron al principio. Nos costó llegar al convento. No encontramos ni un indicador. Una vez allí, nuestros amigos volvieron a animarse. Los habíamos llevado a un convento de verdad, pero rehabilitado para que los huéspedes podamos habitarlo sin quejarnos. Hace años le hicieron unas cuantas obras respetando la tradición arquitectónica extremeña.

Yo lo hubiera reformado más. Por ejemplo, los suelos con imperfecciones los hubiera puesto más perfectos. Lo mismo puedo decir de los ladrillos a la vista de colocación anarquica. Mi marido decía que estaba mejor para los monjes que para los turistas. Le sacó muchas fotos a los arcos, zaguanes, acequias. Hasta se empeñó en inmortalizar a nuestras hijas delante de las fuentes y maceteros. No me extraña que las niñas acabaran más aburridas que dos ostras en una feria.

Nos dieron dos habitaciones rústicas con toques de elegancia. Ambas habitaciones tenían chimenea. Afortunadamente, no hizo falta encenderla. Era el único elemento en común. En el Monasterio de Rocamador de Badajoz todas las habitaciones son distintas en tamaño y en decoración. Nuestras habitaciones eran clásicas, pero las había muy de monjes con la cabeza perdida. Nos enseñaron unas habitaciones cavadas en la roca con una luz que entraba por el techo. Salí despavorida. Yo no dormía en una habitación así ni que me dieran un premio.

Lo que más me gustó fue lo fresquita que salía el agua por la ducha de los cuartos de baño. Nos contaron que era agua de allí, de la Sierra. Otra ventaja a destacar es un desayuno de abundante jamón ibérico de bellota. Mi santo se preparó un pan con tomate y jamón que le quitó el hambre para todo el día. Yo disfruté más con un zumo de naranjas recién exprimidas y unas tostadas con mantequilla. El café estaba delicioso. Pedí uno de Etiopía. En el Monasterio de Rocamador hay una carta de cafés de importación muy interesante.

Os recomiendo este monasterio. Merece mucho la pena. Pero lleva dinerito para pagar la estancia. No es un alojamiento barato. Los chefs vascos que preparan los riquísimos desayunos y el resto de comidas hacen subir la factura. Vuelvo a repetiros que hay que saborear sus cafés de Kilimanjaro, Etiopía, Papúa-Nueva Guinea...
Fecha:19:32:25 22/06/21
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Votos:no disponible.
Categorías:Viajes