Una de las ciudades más cosmopolitas de China

Acerca de:Shanghái [China]
Ventajas:dichas
Desventajas:dichas
Shanghái es una de las ciudades más cosmopolitas de China. Impresiona con su grandiosidad. Tiene 25 millones de habitantes. Es una megaurbe que no te la puedes imaginar hasta que estás allí.

Mi marido y yo tuvimos la suerte de estar en Shanghái durante una semana por negocios. Fue una experiencia inolvidable. Madrugábamos mucho y nos encontrábamos con grupos de señoras en el paseo que transcurre a lo largo del Bund practicando taichí. Este arte marcial con aplicaciones terapéuticas es originario del imperio chino y uno de los más practicados en el país. A mí no me convence mucho. Las mujeres utilizaban abanicos, lanzas o ningún elemento en concreto en el baile de movimientos simultáneos mientras, al fondo, se intuye el perfil de rascacielos infinitos que compone Pudong, el distrito financiero, a donde nos dirigíamos mi esposo y yo.

Afortunadamente, tuvimos tiempo para hacer turismo por Shanghái. Pudimos cruzar el río Huangpu y nos adentramos en el Bund. En este paseo de dos kilómetros de largo se concentran gran parte de los edificios más emblemáticos de la etapa colonial europea. Es la parte más bonita de la ciudad. Fue en su día el primer distrito comercial de Shanghái, apodado como el “Wall Street de Oriente”, continúa hoy acogiendo construcciones de inspiración neoclásica, barroca e incluso gótica. Había edificios muy bien conservados. Se notaba que eran propiedad de gente con dinero.

Eché de menos a mis hijas. Les hubieran encantado aquellos edificios de los antiguos ingleses. La antigua Aduana, uno de los edificios más simbólicos, fue construida en 1927 y tanto su campana como su reloj fueron transportados desde Inglaterra en barcos. El banco de Hong Kong y Shanghái, de 1921, se alza coronado por una increíble cúpula y su interior aún conserva alguno de los murales originales. No tuvieron a bien cambiarle la decoración.

Mi marido, en cambio, se enamoró de los rascacielos. Nos subimos al ferry que comunica las dos partes de la ciudad y fuimos a disfrutar del espectáculo. La Torre Perla Oriental, una de las construcciones más emblemáticas que, con sus 468 metros de altura, posee un diseño protagonizado por sus cinco esferas no te deja indiferente. Mi santo estaba dispuesto a subir a todas las alturas donde dejaran subir. Nuestro primer ascenso fue al mirador de la Torre de Shanghái. Pagamos unos 24 € por cabeza para acceder al rascacielos más alto de China y el segundo más alto del mundo. Mirar para bajo mareaba. Mi marido estaba muy cómodo en la cima del mundo. Yo estaba muerta de miedo. Respiré aliviada cuando mis pies volvieron a pisar la acera. El edificio, que se eleva 632 metros sobre el suelo, fue inaugurado en 2015 y es una montaña hecha por la humanidad gracias al invento del hormigón.

La arquitectura china también está presente. La vimos en el Jardín de Yuyuan, un encantador espacio diseñado durante la dinastía Ming –entre los años 1559 y 1577–, en el que sentimos que hemos viajado en el tiempo hacia siglos pasados. Tras la Guerra del Opio de mediados del siglo XIX, el centro de Shanghái se vio rodeado de zonas controladas por los extranjeros procedentes de las diferentes colonias. Levantaron edificios más propios de la vieja Europa que de la vieja China. La antigua China quedó en este jardín. No me pareció un jardín muy romántico. Las cigarras se escuchaban por todas partes. Hasta cuando cruzamos un puente en zigzag sus ruidos asaltaban mis orejas.

Me relajé tomando un té verde delicioso. Paramos en la Casa de Té Huxinting, un edificio construido en 1784 por comerciantes de algodón. En ella disfrutamos de un típico té verde acompañado de tofu y huevos de codorniz. El tentempié se lo dejé a mi esposo. Yo sólo necesitaba el té para tranquilizarme después del escándalo de las cigarras.

Os recomiendo visitar Shanghái, recorrer sus calles. Son muy distintas. Por ejemplo, en el barrio conocido como la Concesión Francesa hay casas bajas y ausencia de rascacielos. Si tuviera que vivir en esta ciudad china, elegiría este barrio. La Concesión Francesa sigue siendo uno de los lugares preferidos para expatriados afincados en la ciudad y vecinos de origen chino que prefieren una vida tranquila. Los chinos pasean en pijama por las calles o juegan al típico mahjong –dominó nacional– en mesas en el exterior de sus casas. Parece que estás en un pueblo. No faltan los tendederos en las casas. Resulta curioso como muchos chinos y chinas se esmeran en tender la ropa, incluso las prendas más íntimas, la lencería, en las ventanas y a la vista de todo el que por allí pase. No me imagino que en mi barrio las vecinas hicieran semejante exposición de lencería en los patios interiores.

No falta el barrio rico: Xintiandi. Sus diferentes edificios, que recrean la China más tradicional de arquitectura shikumen –esto es, casas de piedra que mezclan el estilo chino y el occidental–, están ocupados por restaurantes, bares y discotecas, siempre hasta los topes de gente.

Me llamó la atención lo religiosos que son los chinos. En el templo del Buda de Jade había mucha gente rezando. Lo que no me llamó la atención fueron las falsificaciones de todo tipo de productos que encuentras en los mercados. En Dongtai Lu son las antigüedades, en su mayoría falsas, pero con cierto encanto, las que dominan la oferta en los humildes puestos. Compré monedas antiguas para mi madre y para mi suegra. Las dos coleccionan monedas de países extranjeros.

Seguimos el recorrido por los mercados en nuestro último día de vacaciones de placer y trabajo. Mi marido quería ir a un mercado de insectos. Me negué. Preferí ir hasta el Mercado de los Matrimonios, que cada domingo se celebra en el Parque del Pueblo. Centenares de padres y madres acuden con fichas en las que incluyen información de sus hijos e hijas para concertarles citas con otros jóvenes.

No marchamos sin acercarnos a Taikang Lu, epicentro de estilo y elegancia en el que galerías de arte, tiendas de diseño y distinguidos restaurantes ocupan las callejuelas ofreciendo un sinfín de opciones para poner en peligro tu presupuesto familiar. En Thai Tai podremos deleitarnos con los más exquisitos platos tailandeses sin dejar de probar los elaborados con marisco y cangrejo. Nosotros elegimos los platos de marisco. No me gustaron tanto como el marisco de mi Galicia. No se puede comparar. El marisco gallego es insuperable. Para bajar la comida, nos fuimos a tomar una copa mientras escuchábamos música en directo en The Melting Pot. Todo un viaje. Nunca había disfrutado tanto.
Fecha:16:32:42 11/07/21
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Categorías:Viajes