Mi marido tenía muchas ganas de pasar unas vacaciones en la famosa Isla de Pascua, en Chile. A mí no me hacía mucha ilusión. Pensar en dos días de viaje para ir y en dos días de viaje para volver me aburría. Mi aburrimiento pasó cuando llegamos al pequeño aeropuerto de la Isla de Pascua en un vuelo que había partido de Santiago de Chile. La isla te enamora nada más llegar.
Es una isla pequeña. En los cuatro días que estuvimos vimos todo lo que había que ver: Orongo, Anakena, Hanga Roa, Ahu Tongariki, Ahu Akivi, Puna Pau y Rano Raraku. En torno al 40% de la isla forma parte de lo que se denomina el Parque Nacional de Rapa Nui, un parque que cuidan mucho. También cuidan que pagues entrada. No se puede entrar gratis. Yo quería pasar del Parque Nacional de Rapa Nui porque las entradas no son nada baratas. Mi marido me convenció para comprar las entradas. Dentro del parque está lo más interesante, es decir, los moáis, volcanes y restos arqueológicos.
Con nuestras entradas pudimos visitar las veces que quisimos todos los lugares que excepto Rano Raraku y Orongo, que solo dejaban hacerlo una vez. Las entradas caducaban a los diez días. No debe haber turistas que echen muchos más días. Hoy en día la gente hace vacaciones cortas.
A mi marido nuestras vacaciones en la Isla de Pascua le parecieron cortísimas. Yo al cuarto día estaba más que cansada. Ves esculturas de grandes dimensiones por todas partes. Pensaba que los moáis serían sólo una docena o así. No pensaba que hubiera tantos. Dicen que son unos mil. Incluso serán más.
Os recomiendo la Isla de Pascua. Es una isla un tanto rarita. Entre los moáis y el tiempo loco que tienen echas de menos la tierra patria. Los moáis impresionan. De noche meten miedo. Parece que van a cobrar vida y echarse a andar. También impresiona el tiempo de la Isla de Pascua. Fuimos en agosto de hace dos años. Llegamos con un sol radiante. El tercer día hubo un tormentón. Es un tiempo muy inestable. Afortunadamente, no cerraron el aeropuerto y pudimos marchar el día previsto.