En el Wellington Hotel & Spa Madrid encuentras habitaciones de otros tiempos. No ha pasado un día por este hotel madrileño, ubicado en su famoso Barrio de Salamanca.
Mi marido quiso sorprenderme con una estancia de dos días en una habitación ejecutiva. Fue realmente una sorpresa encontrar un cuarto decorado con estilo palaciego más propio de los años cincuenta que de nuestros días. No faltaba la moqueta pasada de moda, aunque bien cuidada. Una cama de matrimonio de duro colchón invitaba más a estar despiertos que a dormir abrazados. Largos cortinones barrían el suelo, mientras impedían que la luminosidad entrara a primera hora de la mañana.
La habitación estaba hecha para descansar entre lujos. El mayor lujo era el cuarto de baño. En mi vida había visto tanto mármol. Daban ganas de marchar con una de aquellas piedras marrones que cubrían el lavabo. Lo tocabas y sentías en tus dedos una materia prima que hubiera querido Miguel Ángel para hacer una estatua.
Este hotel que abrió sus puertas en el año 1952 no te deja indiferente. En su estilo rancio, merece las cinco estrellas que tiene. Te das cuenta que se las curran cuando vas a su restaurante y te sirven los platos de su obrador. No olvidaré en mi vida una tarta de chocolate que llevaba impreso el logotipo. Los pasteleros se habían tomado tanta molestia en dibujar la letra de la casa como en elaborar el dulce. Hacen pasteles ricos. La comida no defrauda, pero cansa un poco ver tanto emplatado perfecto.
La puesta en plato me recordó las tonterías que hace mi hija pequeña en la mesa cuando no quiere comer: coloca los alimentos en el plato tan bonitos que no los muerde para no deshacer la artistada.
Os recomiendo el Wellington Hotel & Spa Madrid. Es un hotel cinco estrellas en el Barrio de Salamanca. Hay que disfrutarlo si se puede pagar. Volveremos pronto. Unos amigos nuestros celebran su boda en el Salón Claridge, un salón con decoración palaciega y lámparas de cristal en el techo.
Lo mejor de este hotel es su repostería. Los trabajadores del obrador preparan un delicioso pan fresco y una bollería que consigue que te olvides de la dieta. En dos días gané tres kilos. Pero valió la pena. No podía decir no a tan buenos dulces.