Fui a Shanghai con mi hermana de compras. Mi hermana había ido otras veces y quería enseñarme la ciudad en un viaje de chicas. Lo pasamos bien. Mezclamos negocios con ocio, una combinación que me gusta mucho y que os recomiendo.
En nuestros momentos de ocio paseamos por el bund y por la zona moderna de Pudong. Me encantó la calle Nanjing Lu, la calle más comercial y con más luces de neón de toda la ciudad. De noche es impresionante.
Dedicamos un día entero a visitar los pueblos acuáticos de los alrededores de Shanghai. A mi hermana le gustó mucho Zhujiajiao, sus callejuelas y disfrutó mucho el paseo en góndola china. Decía que le recordaba Venecia. Tenía razón: los canales se veían igual de asquerosos.
En Shanghai hay muchos sastres. Me llamó la atención. Mi hermana se hizo un sastre de falda a medida. El chino le decía que sólo hacía trajes sastres para hombres, pero mi hermana consiguió convencerlo para hacerle un traje a ella. Lo mejor de su traje fue que resultó a precio tirado. Fue una pena que no estuviera mi marido para hacerle un armario entero de trajes a medida. Gasta mucho dinero en trajes de comercio.
Lo que más compramos fueron antigüedades. Tienen joyas antiguas preciosas. Eso sí, hay que regatear. El regateo es un arte en Shanghai. Es lo que más detesto. Regatear no es lo mío. Mi hermana, en cambio, regatea como una abuela en una feria de Galicia. Es una pasada lo suyo. Así de bien le va su negocio de cositas exclusivas que compra en el extranjero.
Os recomiendo visitar Shanghai. Lo que más me gustó fueron los pueblos acuáticos de los alrededores. La ciudad es un conjunto de edificios de elevada altura y unas calles que no destacan por la limpieza precisamente. Las únicas calles que valen la pena son las calles más comerciales. Fuera de esas calles tanto la seguridad como la limpieza dejan bastante que desear.