Estuve con mi marido en las Islas Purpuraines en Marruecos aprovechando que quedan cerca de Agadir, una ciudad portuguesa donde fuimos por un viaje de negocios relacionado con la empresa de mi esposo. Mi marido quiso añadir placer al viaje y nos acercamos a estas islas que enamoraron en su día al rey Manuel el Afortunado de Portugal. En una de las islas construyó este monarca portugués una fortaleza, hoy en ruinas.
Me dio pena ver las ruinas de lo que había sido todo un castillo. Comprendo que en Marruecos no sobra el dinero, pero bien podían haber restaurado la fortaleza para hacer un hotel. Se le llenaría de turistas. Nosotros donde pasamos más tiempo fue en la isla de Mogador, es la isla más grande. Nos contó un vecino de esta isla que antiguamente se habían dedicado al comercio de la púrpura. De ahí el nombre de las islas. Actualmente se ganan la vida con la pesca y con lo que pueden.
Lo que más me gustó de las Islas Purpuraines en Marruecos fue la fortaleza ruinosa que en el año 1506 construyó Manuel el Afortunado. Todavía conserva en la torre un reloj. Debió ser grandiosa en su día. Aún hoy las piedras caídas te hacen soñar. El puerto, en cambio, me agobiaba con las gaviotas chillonas que lo poblaban. En mi vida había visto unos pájaros tan chillones. Se veían agresivas aquellas gaviotas. Me alegré de no haber llevado a las niñas. Mis hijas les tienen miedo a los pájaros salvajes.
En la plaza de Moulay Hassan había un grupo de bereberes tocando la guitarra. También había bereberes que jugaban a las cartas. Me llamó la atención de que los naipes eran cartas de baraja española. Aún se nota que los antiguos españoles anduvieron por aquellas tierras. Los bereberes son gente muy maja. Toda la gente de las islas Islas Purpuraines en Marruecos es encantadora. Te tratan como a una reina.