Lo que me viene a la cabeza cuando pienso en los días que pasamos en la Finca El Carpintero en Tornavacas, Cáceres son las cortinas de colores vivos que había en todas las habitaciones. Vi tres habitaciones antes de elegir la habitación que me pareció más grande. Quería una habitación en la que cupiéramos los cuatro.
Nos dieron una habitación amplia, luminosa, con vistas a un jardín bien cuidado y unos suelos de barro cocido que estaban presentes por toda la casa. Los enseres antiguos recuperados del pasado también adornaban varias estancias comunes. El estilo antiguo era una constante en el interior haciendo juego con la fachada del edificio.
La casona estaba bien restaurada. Lo único que no me gustaba era ver vigas de madera en el techo. Las vigas de madera a la vista no me gustan. Lo que sí me gustaron fueron los azulejos del cuarto de baño. Eran azulejos de colores, bien combinados.
Nuestra estancia fue muy tranquila. No había huéspedes ruidosos. Dormí mejor que en mi casa en una cama de dosel a la que le quitaron los cortinones a petición mía. No me gusta dormir entre cortinas. La colcha de encaje de la cama me recordó las colchas de encaje que había en las camas de la casa de mis abuelos.
Os recomiendo la Finca El Carpintero en Tornavacas, Cáceres para pasar unos días alejada del mundanal ruido. Sus habitaciones rusticas tienen un aire refinado que te hace pensar en una casa pudiente. A mi chico le encantó el enorme salón de estar dividido en varios ambientes. Tenía su gracia. Pero era un salón demasiado grande para una casa normal. Siempre le digo a mi chico que no debe intentar copiar lo que vemos por los hoteles. Mi casa es totalmente de Ikea. Es lo que me hace feliz.
El jardín de la finca lo tenían muy bien cuidado, pero con demasiadas flores. Había un exceso de camelias. Los excesos nunca quedan bien. La piscina no era gran cosa. Menos mal que la tenían limpia. Mis hijas no querían salir de la piscina. Yo creo que les gustaba tanto porque le recordaban la piscina que hay en la casa de mi madre.