Mi chico eligió el Noa Boutique Hotel en Santa Cruz de Oleiros, La Coruña, para pasar un fin de semana largo porque este hotel está considerado el hotel más moderno de Galicia. Sin duda lo es, pero yo hubiera preferido un hotel menos moderno. Aburre el exceso de modernidad que tiene. Tampoco anima un diseño tan impersonal. Tiene un diseño más de oficina que de hotel.
Nos dieron una habitación amplia, decorada en colores beis claritos, con unas preciosas vistas a un jardín que parecía artificial de lo perfecto que lo tenían. Mi chico decía que el césped era artificial. Tan obsesionado estaba con aquella hierba perfecta que acabamos preguntando. Nos dijeron que no. La hierba perfecta era el resultado de un trabajo perfecto hecho por una empresa de jardinería. Estuve a punto de pedirle el nombre de la empresa. Me hubieran venido bien unos jardineros tan perfectos en su trabajo para arreglar las hierbas de mi casa de campo.
En la decoración perfecta de nuestra habitación no faltaba un pequeño bonsai estilizado en unos hierbajos también perfecto. Lo quité porque no me gustan las plantas en las habitaciones donde dormimos. Mi madre siempre dice que no es sano dormir con una planta. Y mi madre tiene más razón que los decoradores de este hotel pasado de modernidades.
Las modernidades no nos dejaron unos sillones cómodos en nuestro cuarto. Había un sillón-silla que parecía salido de Ikea al lado del gran ventanal que casi me rompe el trasero tras estar un par de horas sentada mientras acababa la lectura de una novela que tenía pendiente. La cama, en cambio, era cómoda. Se lo agradecí. Lo que no agradecí fue aquellas bombillas de toda la vida, pero en tamaño más pequeño que las bombillas de toda la vida, que nos dejaron los decoradores perfectos. Quedaban feas. Y encima daban una luz triste.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar este hotel. Lo que sí os digo es que no lo olvidaréis. Yo todavía no superé la obsesión que tenía con las persianas de nuestra habitación: se abrían y cerraban automáticamente. Eran persianas con vida propia. Salías de la habitación, sacabas la tarjeta y las persianas y las luces seguían funcionando unos minutos. No hacía falta esperar a que se cerraran. Mi chico les tenía el truquillo más cogido que yo.
Este hotel no era para mí. Cuando me dijeron en recepción que la energía que se consumía en el hotel la producían ellos mismos por geotermia casi me asusté. Son muy ecologistas. Lo volví a comprobar en el cuarto de baño: las amenities estaban en botes rellenables. Te las vendían si querías. Hasta te vendían la cosmética de los tratamientos de belleza. Yo no les compré nada. Me empezaron a hablar de cosmética natural, sin parabenos, sin fragancias sintéticas y en un formato biodegradable y les dije que no. Los excesos aburren.